19 noviembre, 2009
Louis
Conocí cierto día un chico, amigo de mi hermana, reacción ágil, buen temple, con esa constante chispa corriendo de los ojos a las manos. Niño inquieto ante lo que se ve y oye. Algunas cosas platicamos, nos reímos, o nos pusimos serios. Más de un par de veces mientras escuchaba su parecer me pareció encontrar a un digno miembro de casta de los guerreros, los que forman con sus manos sus propios arcos y salen a buscar ágiles a la selva toda clase de aves o felinos, de los que siembran y cosechan su propia historia.
De los que hacen música y poesía al llegar la noche...
Ayer me pareció verlo en mi jardín tan nítidamente, explotando en una de esas carcajadas tan suyas, la juventud en esos ojos y el reflejo de algo común como generación de hace más de 15 años, con aquéllos días que me traen tantas cosas divertidas y emocionantes a la mente. Y allí él acariciando mi cabello, en una cercanía como amigo.
Louis, ¿a dónde perteneces ahora?
Conozco de hace más de un año los hechos de tus últimos días y en el fondo nunca los creí realmente ciertos. No fuiste tú el que llegó a ese extremo y nunca imaginé siquiera que fueras tú la víctima real de ese caos.
Nada. Justo me quedé con el recuerdo de esa expresión tan franca y rebelde, una sonrisa plena y el brillo en los ojos.
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