23 octubre, 2009

Hace falta...




La tele se volvió loca o esa fue la última impresión que me dió, todo lo que escuchaba se convertía en absurdos y estupideces, una sarta me mentiras y otro tanto de negligencias. Harta de ver y oir prácticamente lo mismo cada que la noche está por irse decido darle muerte fulminante, casi vuela por la ventana aunque caigo en cuenta que no deseo desperdiciar mi inversión, seguro otras ocasiones me dejará un buen gusto. ¡Al menos por estos días va directo a la hoguera!

16 octubre, 2009

Una gruta




Ella cae en cuenta, no está sola.
Sin embargo trae consigo la perene idea de buscar entradas por las cuevas, refugiarse ahí, colmar sus ojos de esa silente negrura que forje una dimensión propia, lo imaginario tras un respiro breve de calma aunque sea sólo un lapso.

Una cinta de viento va y viene inmediata, se adentra profunda con el primer suspiro que invita su presencia, sostiene un cuerpo apenas rozando el margen de las rocas mientras avanza sólo un poco, recuerda, aunque sin hallar algo que evoque aquél roce contínuo una noche de verano. Aún a tientas, concibe que los días de ningún modo agotan su cuenta, se debe confiar andando, transitar por toda clase de veredas, asistir hacia lo que se desconocía, explorar de este modo lo que hay enfrente con el conjunto de sus dedos, hundirr los codos, estrechar los brazos, juntar el pecho, enroscar el alma (de ser preciso). Interpretar lo que narran los muros, conociendo la existencia de un lenguaje íntimo apenas percibido por algunos sonámbulos de los que aún pernoctan éstas grutas. Continúa tocando, los bordes recorridos descubren cientos de mensajes abandonados, en conjunto hermosas líneas tras líneas. Se le ocurre jugar a que una de éstas fue trazada para ella, bonito deseo.

Un par de minutos más y decide regresar, exhala y con ello la atmósfera torna a la calidez, solo que en este momento reconoce un alarido lejano sujeto a todas las máquinas del día a día, monstruos del asfalto vomitando salitre. Ni hablar, regresa a casa donde espera tomar su lugar, subir esas terrazas aguzadas por cientos, de las cuales habitualmente resbalan por los balcones historias ajenas, callejones para millares de caminantes con quienes ocasionalmente se enlaza su vida.

Nay tiene dónde y con quien llegar, enormes árboles y jardín con flores, sin embargo existen madrugadas en que lo arriesgaría todo.


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Foto - Parque Nacional, Cueva de la Quebrada del Toro, Venezuela