22 noviembre, 2008

Cuando queda de lado...



No es tan tarde y sin embargo siento que ya me pesan los dedos en ambas manos, pulso leve y esta respiración a cortos plazos. ¡Juro que tiraré este cigarro!
Tampoco recuerdo la última vez que me llamaron así, a decir verdad la última vez que me pensaron así: pinche vieja, tú no me consideras... ¿segura que no me pintas el cuerno? Disculpa, pero te amo.

Horas después sólo me entran a la cabeza esos primeros 5 minutos cuando lo conocí, salir a pasear tomados de la mano, las risas en el cine, uno que otro desacuerdo, su linda sonrisa, recordar cuando le mencioné el tiempo que duremos está bien, quiero conocerte.

Corrimos juntos unos cuantos meses de esos que se volvían indispensables, yo contaba con los dedos las estrellas para trazarle una línea que va del borde de los labios hacia la nariz y sube hasta los ojos. Pinche vieja, ¿segura que no andas con otro? Primero a cambio de lo que dice, un par de risas es lo que me sale, aunque veo en sus ojos una chispa de angustia constante, una duda, enojo ¿Por qué? No sé por qué no lo menciono, quizás parece infantil, una broma.

Mala sombra mi nombre, sus pensamientos se cruzan como enrredos en telarañas que quieren escalar a los míos pero yo no los dejo, porque creo yo, resultaría enjuiciarme de algo que no me viene. ¡Pinche puta! Yo sólo me pregunto ¿Qué fue eso? El mote se lo paso, pero la ira en esos ojos, no. Pasada una hora suena el teléfono con un quedo: te amo. Que no conmueve ni lleva a nada.

Aquí puse finalmente las piezas, trocitos que entrego de vuelta disecados, menos uno (ese me lo guardo), me siento al borde de la ventana con una respiración honda. Continúo dibujando para no pensar en desamores.

* Foto: Adiós Alfonsina-16, de Galería de maritemalaspina